/ domingo 19 de enero de 2020

Aguas con los Cajeros

Se hizo “viral” la historia de una víctima de asalto que aseguraba que la cajera de la sucursal bancaria le había dado información al ladrón, quien al encañonarlo le exigió la suma exacta que retiró minutos antes en la ventanilla. Nos enteramos del caso, además de por los memes, por el video que el usuario compartió con la teoría sobre lo ocurrido.

Más allá de la especulación (el banco comprobó que no había relación entre cajera y supuesto delincuente), el robo a cuentahabiente es uno de los delitos de alto impacto que debemos prevenir en la Ciudad de México.

Hace unos años, cinco aproximadamente, este tipo de delito se disparó en la capital por varias razones, entre ellas que los bancos empezaron a relajar los procedimientos de seguridad al interior de sus instalaciones y nuevamente se podía entrar con gorra, lentes obscuros y hablando por celular, sin que nadie te molestara.

Al ver que esto se permitía, bandas de criminales ubicaban a un informante que, por varios minutos, a veces horas, se dedicaba a identificar víctimas.

Ya fuera en la fila enviando mensajes a sus cómplices en el exterior o haciendo llamadas en las que pasaban datos sobre el color de la ropa o algún detalle del cliente, quienes señalaban no tenían ningún obstáculo por parte del personal bancario.

Una vez hecho el retiro, los criminales seguían a la víctima por varias cuadras hasta cerrarle el paso y asaltarla. La sabiduría convencional señala que a la hora de tener que entregar el dinero o la vida, tratemos siempre de darles lo menos posible, por eso hay trucos que van desde esconder dinero en los calcetines, hasta dividirlo en todas las bolsas del pantalón.

Sin embargo, en la muchos de los ataques, al momento en que el o la afectada trataban de entregar menos dinero, el delincuente sabía la cantidad precisa, lo que no podría conseguirse sin ayuda en el interior de la sucursal.

Gracias a una buena coordinación con la policía y algunas instituciones bancarias, el robo a cuentahabiente empezó a descender, después del pico que habíamos experimentado.

Nuevos controles, empleados en las puertas de las sucursales, mensajes más directos para dejar el celular, la gorra y los lentes, redujeron las posibilidades de información de los delincuentes.Y sin información, el criminal puede hacer muy poco, igual que cualquiera de nosotros.

A diario, cientos de personas entran en una sucursal bancaria y no todas hacen retiros; una conclusión de este tipo de criminales es que es mucho más lucrativo un asalto que sorprender a alguien saliendo del cajero, porque las disposiciones en ventanilla siempre son mayores (aunque no fue así durante muchos años donde el delito más constante era sorprender afuera del cajero y secuestrar por varias horas a la víctima).

En muchos de estos casos, existen empleados involucrados, pero los bancos cuentan con una amplia variedad de controles de seguridad que aseguran el comportamiento correcto de sus equipos de trabajo, es decir, cuando evitamos que los delincuentes obtengan información de manera directa, los robos bajan.

No pongo las manos al fuego por nadie, pero aún para un cajero, el riesgo de ser sorprendido en muy alto y los beneficios no tan atractivos, porque ella o él tendrán que regresar a trabajar para no despertar sospechas, mucho menos para intentarlo de nuevo.

Si reforzamos, nosotros como clientes, estas medidas de seguridad y evitamos que quien está a nuestro lado esté chateando o haciendo llamadas mientras espera su turno, se quita la gorra y los lentes, ayudaremos mucho a que este delito desaparezca.

Siempre habrá malos elementos, aunque estoy convencido que la mayoría de los empleados bancarios son gente trabajada, honesta y comprometida con su labor de servicio.


Se hizo “viral” la historia de una víctima de asalto que aseguraba que la cajera de la sucursal bancaria le había dado información al ladrón, quien al encañonarlo le exigió la suma exacta que retiró minutos antes en la ventanilla. Nos enteramos del caso, además de por los memes, por el video que el usuario compartió con la teoría sobre lo ocurrido.

Más allá de la especulación (el banco comprobó que no había relación entre cajera y supuesto delincuente), el robo a cuentahabiente es uno de los delitos de alto impacto que debemos prevenir en la Ciudad de México.

Hace unos años, cinco aproximadamente, este tipo de delito se disparó en la capital por varias razones, entre ellas que los bancos empezaron a relajar los procedimientos de seguridad al interior de sus instalaciones y nuevamente se podía entrar con gorra, lentes obscuros y hablando por celular, sin que nadie te molestara.

Al ver que esto se permitía, bandas de criminales ubicaban a un informante que, por varios minutos, a veces horas, se dedicaba a identificar víctimas.

Ya fuera en la fila enviando mensajes a sus cómplices en el exterior o haciendo llamadas en las que pasaban datos sobre el color de la ropa o algún detalle del cliente, quienes señalaban no tenían ningún obstáculo por parte del personal bancario.

Una vez hecho el retiro, los criminales seguían a la víctima por varias cuadras hasta cerrarle el paso y asaltarla. La sabiduría convencional señala que a la hora de tener que entregar el dinero o la vida, tratemos siempre de darles lo menos posible, por eso hay trucos que van desde esconder dinero en los calcetines, hasta dividirlo en todas las bolsas del pantalón.

Sin embargo, en la muchos de los ataques, al momento en que el o la afectada trataban de entregar menos dinero, el delincuente sabía la cantidad precisa, lo que no podría conseguirse sin ayuda en el interior de la sucursal.

Gracias a una buena coordinación con la policía y algunas instituciones bancarias, el robo a cuentahabiente empezó a descender, después del pico que habíamos experimentado.

Nuevos controles, empleados en las puertas de las sucursales, mensajes más directos para dejar el celular, la gorra y los lentes, redujeron las posibilidades de información de los delincuentes.Y sin información, el criminal puede hacer muy poco, igual que cualquiera de nosotros.

A diario, cientos de personas entran en una sucursal bancaria y no todas hacen retiros; una conclusión de este tipo de criminales es que es mucho más lucrativo un asalto que sorprender a alguien saliendo del cajero, porque las disposiciones en ventanilla siempre son mayores (aunque no fue así durante muchos años donde el delito más constante era sorprender afuera del cajero y secuestrar por varias horas a la víctima).

En muchos de estos casos, existen empleados involucrados, pero los bancos cuentan con una amplia variedad de controles de seguridad que aseguran el comportamiento correcto de sus equipos de trabajo, es decir, cuando evitamos que los delincuentes obtengan información de manera directa, los robos bajan.

No pongo las manos al fuego por nadie, pero aún para un cajero, el riesgo de ser sorprendido en muy alto y los beneficios no tan atractivos, porque ella o él tendrán que regresar a trabajar para no despertar sospechas, mucho menos para intentarlo de nuevo.

Si reforzamos, nosotros como clientes, estas medidas de seguridad y evitamos que quien está a nuestro lado esté chateando o haciendo llamadas mientras espera su turno, se quita la gorra y los lentes, ayudaremos mucho a que este delito desaparezca.

Siempre habrá malos elementos, aunque estoy convencido que la mayoría de los empleados bancarios son gente trabajada, honesta y comprometida con su labor de servicio.