/ jueves 19 de marzo de 2020

Acoso en tiempos de coronavirus

Los graves momentos que vive el país en materia de salud, por los casos de Coronavirus que cada día se multiplican, no cancelan otros temas en esta Ciudad de México, donde aún retumban los gritos de mujeres, que primero salieron a las calles el 8 de marzo y luego llevaron a cabo #Undíasinnosotras, para hacer visibles las agresiones que sufren, desde el acoso hasta el feminicidio.

Eso en lo general, en lo particular cada caso es un microcosmos, no por ello menos importante, que necesita de atención de las autoridades, cualesquiera que sean éstas, pero que actúen con firmeza y no en aras de la imagen de sus instituciones.

Viene todo esto a cuento, porque el pasado martes los estudiantes de la escuela Carlos Septién García, hicieron una manifestación a la entrada de la institución, donde pegaron carteles con serias acusaciones de acoso, con nombre y todo de los presuntos.

Más tarde, en busca de información me encontré con el caso de una joven que subió a su red social de Facebook toda una historia de horror, vivida al interior de esta escuela.

Ella, identificada completamente, decidió hacerse escuchar en lo que tiene a la mano, las redes sociales, fue con un sentido texto que dice al inicio: “Se imaginan anhelar una carrera con todas las fuerzas del mundo, lograr irte a la universidad que tanto querías, que al inicio todo "marcha bien", pero con el paso del tiempo las cosas cambian al grado de tener que poner en pausa la carrera que tanto querías, simplemente porque tus compañeros de clases te acosan, te discriminan, buscaban cualquier situación para poder hacer comentarios despectivos sobre tu persona, sobre cómo piensas y atacarte por tus ideologías”.

Parece simple, pero no lo es, si se llega líneas abajo, donde narra el acoso sufrido a manos de sus compañeros por sus ideologías, por haber levantado la voz junto a otras miles de mujeres y, aún peor: por querer hacerse escuchar.

El apelativo con el que la empezaron a señalar fue “feminazi”, y ahí no paró todo, se formó un grupo de whatsapp donde fue atacada, vilipendiada, señalada y exhibida con lo más bajo que puede ocurrir, con su intimidad.

La víctima asegura que presentó su denuncia ante la Comisión de Honor y Ética, evitó confrontarlos, pero esto sólo sirvió para que los ataques continuaran, no obstante, el apoyo recibido por un par de profesores.

En la reunión con autoridades escolares no le permitieron grabar, adujeron que era un espacio seguro, pero a pesar de las pruebas presentadas, poco pasó.

Ella solo quería una disculpa de los agresores, que pararan los ataques, y ahora resultaba que ellos tenían miedo de ella, y la escuela poco hacía para preservar su integridad como alumna y como mujer.

Al final, ella ha tenido que renunciar a su carrera, dejar lo que más amaba, porque los protocolos escolares no sirvieron para su defensa.

Sígueme en twitter @Antoniodemarcel

En el correo antonio.marcelo@oem.com.mx

Los graves momentos que vive el país en materia de salud, por los casos de Coronavirus que cada día se multiplican, no cancelan otros temas en esta Ciudad de México, donde aún retumban los gritos de mujeres, que primero salieron a las calles el 8 de marzo y luego llevaron a cabo #Undíasinnosotras, para hacer visibles las agresiones que sufren, desde el acoso hasta el feminicidio.

Eso en lo general, en lo particular cada caso es un microcosmos, no por ello menos importante, que necesita de atención de las autoridades, cualesquiera que sean éstas, pero que actúen con firmeza y no en aras de la imagen de sus instituciones.

Viene todo esto a cuento, porque el pasado martes los estudiantes de la escuela Carlos Septién García, hicieron una manifestación a la entrada de la institución, donde pegaron carteles con serias acusaciones de acoso, con nombre y todo de los presuntos.

Más tarde, en busca de información me encontré con el caso de una joven que subió a su red social de Facebook toda una historia de horror, vivida al interior de esta escuela.

Ella, identificada completamente, decidió hacerse escuchar en lo que tiene a la mano, las redes sociales, fue con un sentido texto que dice al inicio: “Se imaginan anhelar una carrera con todas las fuerzas del mundo, lograr irte a la universidad que tanto querías, que al inicio todo "marcha bien", pero con el paso del tiempo las cosas cambian al grado de tener que poner en pausa la carrera que tanto querías, simplemente porque tus compañeros de clases te acosan, te discriminan, buscaban cualquier situación para poder hacer comentarios despectivos sobre tu persona, sobre cómo piensas y atacarte por tus ideologías”.

Parece simple, pero no lo es, si se llega líneas abajo, donde narra el acoso sufrido a manos de sus compañeros por sus ideologías, por haber levantado la voz junto a otras miles de mujeres y, aún peor: por querer hacerse escuchar.

El apelativo con el que la empezaron a señalar fue “feminazi”, y ahí no paró todo, se formó un grupo de whatsapp donde fue atacada, vilipendiada, señalada y exhibida con lo más bajo que puede ocurrir, con su intimidad.

La víctima asegura que presentó su denuncia ante la Comisión de Honor y Ética, evitó confrontarlos, pero esto sólo sirvió para que los ataques continuaran, no obstante, el apoyo recibido por un par de profesores.

En la reunión con autoridades escolares no le permitieron grabar, adujeron que era un espacio seguro, pero a pesar de las pruebas presentadas, poco pasó.

Ella solo quería una disculpa de los agresores, que pararan los ataques, y ahora resultaba que ellos tenían miedo de ella, y la escuela poco hacía para preservar su integridad como alumna y como mujer.

Al final, ella ha tenido que renunciar a su carrera, dejar lo que más amaba, porque los protocolos escolares no sirvieron para su defensa.

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