/ domingo 8 de mayo de 2022

¿Abusar o no Abusar? He ahí el dilema

La RAE define el verbo “abusar” como “hacer uso excesivo, injusto o indebido de algo o de alguien” o “hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder”; y diferencia entre el abuso de autoridad, que es el que comete un superior que se excede en el ejercicio de sus atribuciones; el de confianza, que consiste en engañar a alguien que por inexperiencia, afecto o descuido nos ha dado crédito; el de derecho que es el ejercicio de un derecho en sentido contrario a su finalidad con perjuicio ajeno; el de posición dominante, relacionado con la actuación comercial prohibida que explota una situación de ventaja; el de superioridad, entendido como aprovechar la desproporción de fuerza o número a nuestro favor; y finalmente el abuso sexual que consistiría en realizar actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona.

El abuso ha sido consustancial al actuar del ser humano en todas las épocas y civilizaciones, y la nuestra no es la excepción. Por ejemplo, comete abuso de autoridad el maestro que califica con mejor puntaje el ensayo de su alumno favorito; abusa de la confianza de su patrón el empleado que se queda con el cambio de una compra; abusa de derecho el abogado que fuerza la interpretación de una ley para ganar un caso o el funcionario que discrecionalmente aplica la normatividad para dar curso a un trámite sí y a otro no; abusa de su posición dominante la empresa que obtiene un contrato con prácticas clientelares o la que baja sus precios para desestabilizar el mercado; y abusa de su superioridad un grupo de amigos que durante una charla imponen arbitrariamente su punto de vista sobre el de alguien que opina diferente sobajando sus argumentos.

Pero como lo mencionamos, esto no es exclusivo de nuestro país o de nuestro tiempo y ya desde la época de Platón hace más de 2,400 años se reflexionaba en cómo contener las pasiones y esa tendencia básica que tenemos a abusar de las situaciones o de las personas cuando nos vemos en la situación propicia para ello. Lo interesante es que en aquel entonces no se le pedía al Estado que coercitivamente controlara las pasiones humanas, pues los Estados también están controlados por hombres con las mismas pasiones que nosotros y fácilmente podrían caer en la tentación de la tiranía, sino que se apelaba a que el individuo en su plena libertad y en un ejercicio de racionalidad eligiera vivir conforme a cuatro virtudes fundamentales: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia.

Frente a Estados en franca decadencia y con un apetito autoritario incontrolable de cometer abusos como estamos viendo prácticamente en todo el mundo en pleno siglo XXI, tal vez sería bueno regresar un poco al siglo IV A.C. y empezar a hacernos cargo como ciudadanos libres y responsables de lo que nos toca, en lugar de culpar al Estado de todos nuestros males pero al mismo tiempo pedirle que se encargue de todas nuestras penas.

¿Abusar o no abusar? He ahí el dilema…


Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves

La RAE define el verbo “abusar” como “hacer uso excesivo, injusto o indebido de algo o de alguien” o “hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder”; y diferencia entre el abuso de autoridad, que es el que comete un superior que se excede en el ejercicio de sus atribuciones; el de confianza, que consiste en engañar a alguien que por inexperiencia, afecto o descuido nos ha dado crédito; el de derecho que es el ejercicio de un derecho en sentido contrario a su finalidad con perjuicio ajeno; el de posición dominante, relacionado con la actuación comercial prohibida que explota una situación de ventaja; el de superioridad, entendido como aprovechar la desproporción de fuerza o número a nuestro favor; y finalmente el abuso sexual que consistiría en realizar actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona.

El abuso ha sido consustancial al actuar del ser humano en todas las épocas y civilizaciones, y la nuestra no es la excepción. Por ejemplo, comete abuso de autoridad el maestro que califica con mejor puntaje el ensayo de su alumno favorito; abusa de la confianza de su patrón el empleado que se queda con el cambio de una compra; abusa de derecho el abogado que fuerza la interpretación de una ley para ganar un caso o el funcionario que discrecionalmente aplica la normatividad para dar curso a un trámite sí y a otro no; abusa de su posición dominante la empresa que obtiene un contrato con prácticas clientelares o la que baja sus precios para desestabilizar el mercado; y abusa de su superioridad un grupo de amigos que durante una charla imponen arbitrariamente su punto de vista sobre el de alguien que opina diferente sobajando sus argumentos.

Pero como lo mencionamos, esto no es exclusivo de nuestro país o de nuestro tiempo y ya desde la época de Platón hace más de 2,400 años se reflexionaba en cómo contener las pasiones y esa tendencia básica que tenemos a abusar de las situaciones o de las personas cuando nos vemos en la situación propicia para ello. Lo interesante es que en aquel entonces no se le pedía al Estado que coercitivamente controlara las pasiones humanas, pues los Estados también están controlados por hombres con las mismas pasiones que nosotros y fácilmente podrían caer en la tentación de la tiranía, sino que se apelaba a que el individuo en su plena libertad y en un ejercicio de racionalidad eligiera vivir conforme a cuatro virtudes fundamentales: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia.

Frente a Estados en franca decadencia y con un apetito autoritario incontrolable de cometer abusos como estamos viendo prácticamente en todo el mundo en pleno siglo XXI, tal vez sería bueno regresar un poco al siglo IV A.C. y empezar a hacernos cargo como ciudadanos libres y responsables de lo que nos toca, en lugar de culpar al Estado de todos nuestros males pero al mismo tiempo pedirle que se encargue de todas nuestras penas.

¿Abusar o no abusar? He ahí el dilema…


Twitter: MarinievesGM @gm_marinieves